La imagen presenta un caracol cuyo caparazón roto dialoga simbólicamente con la experiencia del cáncer de mama. El caparazón, asociado a la protección y la vulnerabilidad, al quebrarse expone la tensión entre fragilidad y resistencia. Sin embargo, en esta fractura no se evidencia derrota, sino la afirmación de un alma intacta que persiste más allá de las marcas físicas. La obra propone una mirada esperanzadora: del dolor y la herida puede emerger una nueva posibilidad de vida, donde la memoria del cuerpo se transforma en fuerza poética y resiliente.