Nuestra imperfecta perfección, con cicatrices que forman parte de nuestra esencia, nos recuerda que el cuidado está siempre en nuestras manos. Una metáfora donde las cicatrices se convierten en oportunidades para afrontar la vida y los obstáculos desde la fortaleza, comprendiendo que cuando nos hacemos cargo de lo que nos pasa, cuidando mente y cuerpo, podemos curar nuestras heridas para avanzar en paz.