En Singularidades, el cuerpo se despliega en planos, curvas y tensiones, componiendo una coreografía visual donde lo orgánico y lo geométrico conviven sin jerarquías. La paleta monocromática, que oscila entre el deseo y la crudeza, intensifica la tensión entre lo erótico y lo perturbador.El recorrido visual se presenta como un laberinto: fragmentos superpuestos que, en su aparente caos, revelan una estructura cuidadosamente orquestada. Esa ambigüedad entre lo visible y lo oculto funciona como metáfora de nuestra propia vulnerabilidad: lo que a simple vista parece difuso, en realidad contiene señales que reclaman ser escuchadas.Singularidades se plantea entonces como un espejo fragmentado en movimiento: un cuerpo en tránsito, que se erotiza, se descompone y se reconstruye. Pero también como un llamado urgente a prestar atención, a reconocer que en cada fisura y en cada pliegue puede alojarse información vital.En este sentido, la obra se vincula con la importancia de la detección temprana del cáncer de mama: una práctica que no es solo médica, sino profundamente política. Porque cuidar el cuerpo es también cuidar la vida, afirmar la memoria y disputar un futuro. Singularidades no se limita a representar: convoca a un gesto colectivo de responsabilidad, resistencia y esperanza.